
Ya he compartido anteriormente con ustedes estrategias para conseguir un estado de mayor balance entre lo que pensamos, sentimos y el cómo nos vemos.
Ya sea con una mejor alimentación, mayor actividad física o ir entendiendo cómo funciona nuestra mente o emociones el caminito hacia una mayor calidad de vida se va volviendo más accesible, no necesariamente fácil, pero alcanzable y disfrutable si.
Pues bien, todo eso implica un trabajo de análisis y compromiso, algo así como forzarnos tantito a avanzar, un poco incómodo, pero valioso. Es por eso que es bueno tener ciertas actividades que no impliquen esa incomodidad. Buscar aquello que nos lleve a disfrutar, así nada más.
Son esas pequeñas cosas que nos sacan una sonrisa, que nos recuerdan que no todo tiene que ser difícil, no siempre.
Hay a quienes el canto de un pájaro por la mañana les hace el día, a quienes el café recién colado les sabe a gloria, a quienes una canción determina la felicidad con la que empiezan su día o bien quienes necesitan silencio y ya.
Lo importante es ir explorando, repasando en nuestra memoria y nuestros sentidos qué es aquello que nos hace sentir bien.
Hay ciertas cosas que nos levantan el ánimo, flores, texturas, ritmos, sabores. Si vamos descubriéndolas y sumándolas a nuestra rutina es más probable que la carga laboral o las responsabilidades familiares nos parezcan menos pesadas.
Podemos estar a dieta y comer chocolate amargo de postre, podemos entrenar con nuestra música favorita, hay que buscar apoyo en cada paso, no porque tengamos que evitar a toda costa el sufrimiento o las dificultades sino porque podemos encontrar esas pequeñas cosas que nos permitan hacer pausas para respirar y continuar.
Para mi mis #pequeñascosas son caminar en la mañana, tener cobijas de “borreguito” y dar abrazos con los ojos cerrados. ❤
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Que bonitas cosas 🙂
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