La espiritualidad es una práctica que no se escapa de las modas. Ser espirituales estuvo muy de moda en los noventas y hoy en día sigue siendo una tendencia contagiosa pero la invitación se ha vuelto más sutil.

La vida acelerada y saturada de estímulos ha ido haciendo que el vivir el presente sea una tendencia, hay cursos de mindfulness y cursos de meditación que nos llevan paso a paso a estar, en el presente, con nosotras mismas.

Solo estar.

Esa cuestión de estar con nosotras mismas hace mucho más ruido de lo que podemos imaginar. Ese momento en que apagamos todas las pantallas y nos quedamos solas, aunque sea por un momento, puede ser revelador.

A veces da miedo, a veces da paz.

Si nos damos ese momento para estar y dejar todos los pendientes de lado o bien si nos damos tiempo de analizar cada uno pero buscándole la relación real que tiene con nosotras frecuentemente nos asombraremos de que hay mucho dentro de nosotras que no nos gusta, que no comprendemos, que no quisiéramos si quiera saber.

Parte de el crecimiento espiritual es buscar esa total consciencia de quienes somos y permitirle a esa persona experimentar la vida de forma espiritualmente activa. Dejar que las emociones salgan y se expresen. Dejar que cada experiencia nos enriquezca.

Pasamos día a día por momentos que al pasar el tiempo sabemos fueron puntos clave en nuestra historia, momentos en los que nuestra vida cambia y que muchas veces no notamos.

Vale la pena esforzarnos por estar, por sentir y por aceptar. Abrir la puerta a esas verdades, a veces no tan agradables pero también a tantas oportunidades que de otra forma dejaríamos de aprovechar.